Mi peregrinaje personal por el neocampesinismo arrancó a principios del 2007 la tarde que Ramiro y yo echamos azadón a un lote de unos 10 metros por 6 contiguo a las pesebreras y cobijado por un enorme ocobo de los que florecen rosado un par de veces al año. (Y sembramos Monsanto…) Acabada la labor nos sentamos al borde del lote a ver la tierra revolcada y organizada en heras. Ramiro, que poco hablaba, me contó que cuando chiquito se comía las arvejas crudas porque sabían dulce. Yo me quité los guantes para evitar las ampollas y le propuse traer cerveza fría y un radio para la siguiente jornada. Al otro día colgué un juego de banderas tibetanas que tenía archivado en un cajón de un árbol para que cuidara la cosecha. Ramiro se rió con ese detalle netamente neocampesino un poco más que cuando le dije que los gusanos trozadores del maíz no los mataríamos con Lorvan sino a mano.
Ahora, el examen final y la ceremonia de grado de mi tardía iniciación en el neocampesinismo ocurrieron, respectivamente, en las noches del sábado y el domingo en la plaza de Tinjacá cuando se celebró una fiesta carraguera de alto turmequé. El sábado fuimos testigos, un nutrido grupo de bogotanos zona-chicó-norte amantes del azadón y unos nativos de Boyacá, de la presentación de un grupo de músicos de Bogotá: uno de rastas, otro con facha carranguera y físico de alemán extraviado en el trópico y dos más con sombreros de tela de verano y gafas lenin, un grupo por lo demás, talentoso y de gran swing carranguero. Los siguieron otros grupos buenos, más típicos. Esa noche agitamos las caderas modestamente con una cerveza en la mano y un cigarrillo en la otra. Más bien juiciosos asistentes al interesante festival.
Del tímido goce por una música colorida que nunca oiré en la soledad de mi ipod no quedó ni el recuerdo a la siguiente noche. Armados de una botella de Líder Sin Azúcar prontamente comenzamos a dar vueltas y volteretas con patalaleos y zapateos hasta que pasaron uno, dos, tres grupos y Velosa también! Difícil la vuelta a la finca, sin lugar a dudas por culpa de un baile de salsa que decidimos improvisar en la carretera frente a una bolsa plática, pero también por culpa de la azúcar del bajo líder de punto oscuro y remoto. Mal.
Pero, ¿qué es el neocampesinismo?
Una cosa fundamental, crucial y absoluta: el maridaje impúdico de un genuino pero filosófico amor por la tierra con una cierta incorregible sensibilidad urbana. Un hijo de ese ilícito matrimonio es este blog. Los otros hijos son los tomates 200% orgánicos (4 libras y media), libres de bichos, medianamente insípidos pero fogosamente rojos que produjeron las matitas de tomate sembradas como por no dejar la tarea sin hacer.