Pero nada de esto merece el rótulo de “descubrimiento” (excepto el rollo de la teología de la ecología). Hallazgos, quizás. El descubrimiento ocurrió hace unos 8 minutos, mientras tomaba unas fotos pésimas de la quinua de mi terraza y de las albahaca-romero-yerbabuena adquiridas en la 24 con séptima: la huerta urbana se trabaja de noche y se riega de madrugada antes de salir a trabajar. (¿Y a qué horas se hace el puto blog?)
Mientras continúo el ajuste de la rutina, crecen a medias la lechuga y el tomate bogotano. La uchuva nada que germina (pero Juliana Descubrió, con D mayúscula, una mata de uchuva en su terraza) y la mora y curuba silvestre menos. En la finca, las leguminosas se han tomado todo y los pollos se siguen diezmando: ayer fetecuó un pollito en el aguacero torrencial.
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