domingo, 26 de abril de 2009

El yerbajo hijueputa

Ha de ser el exceso la lluvia moderada y que finalmente está saliendo el sol lo que desató la furia yerbajera esta semana. La maleza creció tanto que prometía con ahogar los vegetales, cubriendo con su espeso e informe manto verde lo que en cambio crece con pereza y dificultad. No recordaba que fueran tan lentas las lechugas, ni que la arveja se diera con dificultad. Es lenta y confusa la huerta, a la par de su tonta dueña que de tanta ciencia y tanto plan y filosofía barata va a quedarse comiendo un puñado de tierra, bien abonado, eso sí. (El pimentón va como un culo, por cierto, mientras que el de Blanca crece como por arte de magia, cosa que ella me restregó felizmente hoy).




ANTES


Entonces, engarruñada, acurrucada como pinche cucarrón entre las hileras, limpié (y por error arranqué un par de arvejas) y aporqué los tomates, las habichuelas que ya están en flor, las zanahorias, el cilantro y lo demás, que no es mucho.


                                                                                                  DESPUÉS




Por cierto, debió ser el espíritu y color de piel gótico de Lina, pues jamás había visto la capilla bajo una luz tan espectral. Las enredaderas se están tomando el campanario, entran por la ventana de la sacristía (llena, como siempre de restos de construcción y unas antorchas antiquísimas que mi abuela adoraba no sé por qué, sería el espíritu gótico de doña Helenita) y unas hojas de heliconia se colaron por entre las tejas laterales y abrazan con sus verdes dedos una de las estaciones de la cruz. Igual, se ve bien la capilla, abandonada, dándole ese aire de desalojo y muerte a una finca verde que te quiero verde.

 

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