En un lugar leí que frente a una cultura global y unificadora tocaba aplicar una ética local como forma de resistencia al consumismo. O eso me inventé después de leer algo en algún lado, excelente justificación para mi proyecto de huerta, que nació de una humilde epifanía en un seminario de marxismo en McGill. Y la revelación iba más o menos así:
Mi nevera à Carulla à tomates à sembrado de tomates à ¿Cómo es una mata de tomate, mi fruta-verdura favorita, la más fumigada, pervertida y sospechosamente roja y lozana fruta-verdura?
Pero soy terca, y otra vez hay pequeñitas hojas de tomate (que son alargadas, con un corte zig-zag como la hoja de la marihuana, el tallo es morado y peludo y el olor astringente) en la huerta.
Otra buena noticia para la huerta: recibiré de Nueva York, vía mi amiga Juliana un cargamento de semillas de arveja. Cinco o seis variedades de nombres suculentos: sugar snap, oregon giant, blue-podded, asparagus, una de vaina roja y alargada y otra que el nombre rima con Behemoth. Maravilla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario