La tarea era la siguiente: demarcar entre el pasto de corte, que colinda con mi huerta, la zona donde estarán las nuevas arvejas.
Pero antes de cortar el pasto elefante, colgar el tomate. La propuesta: usar palos de heliconia como soportes. Igual el tomate va a salir picho, lleno de gusanos y cosas imposibles de describir. Porque el tomate es así y el que no lo es, es porque viene cargado de mucho veneno. Hace dos años y también hace un año se dio de manera silvestre y espontánea una mata de tomate cherry espectacular. Los tomatitos crecían sanos y los recogimos en cantidades tal que hasta hicimos guiso de tomate cherry. La mata creció feliz entre un bosquecito de heliconias.
Además de usar los palos de heliconia, también hice picadillo algunas hojas y las puse alrededor. Para qué? No estoy muy segura, pero fue divertido cortarlas. Hechas esa tarea, pensé que tocaba experimentar con la otra hilera, la cual rodeé de matas de ortiga cortadas en picadillo que transporte con agarraderas hechas de hojas de plátano (también cortadas de un tajo limpio con el machete).
Con el corte del pasto arrancó la emoción pura y dura de mi acero filudo. Con derechazos y izquierdazos, estilo Agassi, empecé a mochar el territorio en el que sembraré la arveja. Cuchin!!! Chin!!! Y a cada sablazo caían las hojas de pasto desmayadas a mis pies, que recogí con abrazos de oso que, claramente, me dejaron los brazos llenos de cortes y rasquiñas.
Pero vuelvo al machete, que me recordó los días cuando con mi primo Santi nos armábamos de unas varas largas y flexibles de bambú y caminábamos por las carreteras destapadas y potreros, boliando vara, azotando hierbas que caían derrotadas con los zumbidos de nuestras armas. Santiago en esa época era un adolescente en pleno desarrollo, cargado de rabia y frustración joven. Quizás el ejercicio le significaba mucho más que a mí, niña feliz de haber descubierto un pasatiempo sanamente destructivo del mismo orden que fumar varitas de helecho (ese sí lo descubrí yo).
El machete tuvo la función que ayer tuvo subir a pie a la finca vecina y bajar corriendo en la oscuridad, las flexiones de mis calistenias matutinas, las conversaciones con los perros y hasta la berreada al son de Magnolia, la película de PT Anderson: tontos desfogues de dudas mil.
Nota importante: la habichuela ya casi da cosecha y crece y crece!!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario