domingo, 7 de febrero de 2010

Con renovado ímpetu


Con renovado ímpetu, ahínco y tesón espero arrancar la huerta de este año y su correspondiente diario de campaña. Hace más de un mes la mano arquitectónica de mi mamá dejó como herencia tres cajones de guadua para dar posada a tomates de todas las pintas y tamaños: café moraduzco, naranja, amarillo, rojo cherry y rojo común. Las matas han estado lentas, el purín de ortiga no ha sido administrado y el compost sigue siendo una lejana promesa.

Los fríjoles de variada especie crecen como de costumbre, en especial el fríjol Pachano, variedad silvestre de granos enormes, verdes cuado frescos y café con pintas cuando secos. Son inspiración, sin lugar a dudas, del cuento de los fríjoles mágicos estos aparatos que crecen fácilmente un metro y más semanalmente. A su sombra se alza finalmente robusto el ají colorado y curvo como cacho de diablo que traje de San Juan de Arama, Meta, y las plantas de frambuesa, cortesía de Felipe. Ambas están en flor y ya asoma la primera morula verde la frambuesa. De vuelta a los predios de la finca esa frambuesa insípida, roja y absolutamente gloriosa. De vecino un lulo crece y un laurel enorme, regalo de mi mamá, enmarca la esquina noroccidental de la huerta.

En la cama inmediatamente vecina al gallinero (cortesía también de las labores de mi mamá y josé, gallinero esta vez sí en malla de gallinero, con techo, palos, cajas para que duerman las gallinas—que ya han puesto como 10 huevos—y huecos por donde el fara secuestro fatalmente a 5 pollos y pollas) sembramos hoy con pinti variedad de semillas, la mayoría aportadas por ella: sandía, habichuela amarilla, pepino cohombro, albahaca, mejorana, perejil, menta, zanahoria y lechuga. Yo aporte la pica (ella también), las heras, y ampollas en sendas manos.


Finalmente, el inquilino más reciente: gusano puyudo.

jueves, 19 de noviembre de 2009

Meet El Cacorro

Cacorro: aspersor de líquidos varios. Tez amarilla y altura limitada. Peso aproximado: 25 kilos.






No entendí el apodo de este útil hasta este fin de semana después de espacir tres cacorrados de EM al 5% en huerta y pilas de basura orgánica, a manera de experimento.


lunes, 9 de noviembre de 2009

Descubrimiento banal

Llegué el sábado casi a medianoche de Fuentedeoro, Meta con tres tesoros enmochilados: EM, semillas de estropajo y el estropajo mismo, tomado de la casa de un paisano que amablemente nos explicó el procedimiento para lavar el fruto del estropajo, sus usos, su altísimo valor comercial.



El EM es un caldo vivo de bacterias inventado por los japoneses pero fabricado en el Minuto de Dios para acelerar y mejorar el proceso de compostaje, proceso que aceleraremos y mejoraremos este puente con mi mamá, que llegó enérgica del exterior. Llegó también con una colección de semillas tomadas de tomates mexicanos amarillos, verdes y morados. Parece que el EM también se puede usar directamente sobre las hortalizas. Y también salva el alma (!)






Pero nada de esto merece el rótulo de “descubrimiento” (excepto el rollo de la teología de la ecología). Hallazgos, quizás. El descubrimiento ocurrió hace unos 8 minutos, mientras tomaba unas fotos pésimas de la quinua de mi terraza y de las albahaca-romero-yerbabuena adquiridas en la 24 con séptima: la huerta urbana se trabaja de noche y se riega de madrugada antes de salir a trabajar. (¿Y a qué horas se hace el puto blog?)








Mientras continúo el ajuste de la rutina, crecen a medias la lechuga y el tomate bogotano. La uchuva nada que germina (pero Juliana Descubrió, con D mayúscula, una mata de uchuva en su terraza) y la mora y curuba silvestre menos. En la finca, las leguminosas se han tomado todo y los pollos se siguen diezmando: ayer fetecuó un pollito en el aguacero torrencial.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Una nueva rutina

Hoy, después de comer, salí a la terraza a llenar con la manguera las tres regaderas adquiridas hace unas semanas. Ya hay huerta en Bogotá, cultivada con otras semillas de otras cosas más aptas para esta ciudad al parecer menos cálida que la finca. Enterradas en materas rectangulares y cuadradas, unas recicladas para la operación y otras compradas exclusivamente, reposan en estado de potencial germinación semillas de quinua, lechuga lisa, lechuga roja, tomate cachaco (semilla tomada clandestinamente de una huerta en Santa María de los Ángeles), mora y curuba montuna.

Empieza pues la etapa urbana de esta huerta, etapa plenamente natural ya que solo basta afinar la mirada a la forma particular que tienen las hojas y la disposición que adoptan para ver que en lotes sobre la circunvalar hay matas calabaza y tomates de árbol, que por el caño de la 74 hay decenas de matas de curuba enredadas en las copas de los árboles, que una casa abandonada en La Perseverancia se la tomó una monstruosa mata de curuba, que de un pino enorme en la 74, y a la altura de unos 5 metros sobre el cemento, cuelgan dos calabazas (o extraños zuchinis bulbosos) de unos dos kilos cada una, que la subida al monte por la quebrada de la Vieja está salpicada de arbustos de moras ácidas, que en un edificio de la 69 un genio dejó prosperar en una reja de unos diez metros de larga la curubitácea más prolija que haya soñado la Madre Passiflora, y que entre el jardín de una casa de la 80 así como en la terraza de una casa del Juan Pablo Segundo se dan los tomates y la quinua.

Bogotá se alimenta de los andenes y las tapias y sólo puedo sospechar que también se suple de bareta de los baldíos así como de remezcla de bazuco de las paredes. Incluida en esta suprema fantasía de autosuficiencia, arranco la semana con una nueva rutina, la de regar las maticas, que con el verano que se avecina, si no me aguzo velaré mis lechugas.





Nota: el gallinero ya casi está listo. Faltan las puertas y las gallinas. Gracias a los colaboradores: Pinti, Felipe, Blanca y José.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

El cosechador de curubas

De día azota curubas con un palo de escoba en predios de Rosales y en las noches, cuando cae el sol, patea ñámpiras de la décima en la séptima. Bueno, aclaro. De día, con la ayuda de un pedazo de palo de escoba que encontramos botado en la acera, volviendo de una agradable caminata matutina por los cerros orientales que bendicen a nuestra gran urbe, Simón dio varios palazos certeros a unas curubas posadas sobre un altísimo árbol de la cuadra rosalinda en la que actualmente habitamos. Pasó que en la noche del mismo día, subiendo a un vehículo de transporte público de excesiva lata, fue atacado en su persona y la de su mujer por un tipo de dudosa reputación que fingiendo blandir un cuchillo se abalanzó y le rapó un libro de antropología que llevaba bajo su brazo derecho, subrayado ya y a medio leer. Defensor de la cultura, el saber y la cordura, le lanzó una patada en su humanidad, obligándolo a devolverle al autor del hogar el bien precioso. Mejor dicho, gracias a Simón y su capacidad de boliar palo y pata (porque le tocó saltar bastantico) tengo ahora más semillas de curuba silvestre y montuna, que ahora reposan en las aguas que les quitarán la pasa babosa y las dejarán, ojalá, germinar.






Gracias, Simon!

ps: Y este es el libro


Avances y desavances

La huerta recibe visitantes (y los visitantes parecen poco impresionados con los resultados)












Las arvejas azules prosperaron (para luego morir la muerte de la arveja cuando hace mucho sol y cae poca lluvia)

Las semillas de coca germinaron y los palos de jazmín rojo traído de Hawai también echaron hoja (y no canto victoria para no salar las matas)

Los fríjoles extraños, unos cafés rojos en vainas rojas y unos grises en vainas verdes de medio metro de longitud, dieron su primera cosecha (y lástima no haber sembrado más)

Y el gallinero móvil arrancó con ayuda de Pinti, Felipe, José y Beatriz Helena, la escritora en residencia (pero no hay fotos)

lunes, 17 de agosto de 2009

De vuelta a la huerta

La vuelta fue hace más, de hecho, hace una semana, pero fue una vuelta agitada, un fin de semana de lleno total en la finca donde continué con un combo diferente la rumba que había empezado semanas antes. Conclusión, a la huerta bajamos sólo para constatar que esta temporada de siembra está llegando a su fin: los tomates estaban un poco pasmados pero aún con frutos verdes y unas florecitas amarillas y peludas asomándose tímidamente en un par de matas. Las arvejas, que estaban más o menos bien antes de irme, estaban más o menos mal cuando llegué. (Hoy ya están perfectamente muertas) Compartimos cuatro arvejas entre cuatro personas (risible resultado) y me alegré al ver que las lechugas que transplanté antes de irme sí están creciendo. Como dice mi héroe neocampesino, Pollan,

“the garden is an unhappy place for the perfectionist. Too much stands beyond our control here, and the only thing we can absolutely count on is eventual catastrophe”.

Esta semana, en cambio, en silencio y calma, no he sabido qué hacer primero: ¿Armar el gallinero? ¿Recolectar mierda para el compost? ¿Leerme de una sentada Second Nature de Michael Pollan?¿Pelar los restos de bocashi para abonar las lechugas? ¿Recoger las plantas secas de arveja y plantar en su lugar semillas de esos frijolitos rojos que van tan bien? ¿Arrancar las matas de tomate muertas? ¿Semillero de granadilla?

Ganó Pollan. Yo soy yo: libro mata huerta.

Pero el libro ES sobre huertas, así que me siento justificada.

Por ejemplo, esta definición de una semilla:

“Recipes, instruction manuals, last testaments: by making seeds the plant condenses itself, or at least, everything it knows, into a form compact and durable enough to survive winter, a tightly sealed bottle of genetic memory dropped onto the ocean of the future”.

O este análisis de la cultura nortemaericana hecho desde una lectura sociológica y ecológica de los prados de las casas suburbanas:

“The American lawn is an egalitarian conceit, implying that there is no reason to hide behind the hedge or fence since we all occupy the same middle class. […] After my first season of lawn mowing, the Zen approach began to wear thin. […] I tired of the endless circuit, pushing the howling mower back and forth across the vast page of my yard, recopying the same green sentence over and over: ‘I am a conscientious homeowner. I share your middle-class values.’ Lawn care was gardening aimed at capturing ‘the admiration of the street’, a ritual consensus I did not have my heart in.”

Y varias definiciones de jardín y huerta (garden, en inglés, se usa para los dos tipos de sembrado):

“Gardening is a painstaking exploration of place; everything that happens in my garden—the thriving and dying of particular plants, the marauding of various insects and others pests—teaches me to know this patch of land more intimately, its geology and microclimate, the particular ecology of weeds and animals and insects. My garden prospers to the extent I grasp these particularities and adapt to them”. “Much of gardening is a return, an effort at recovering remembered landscapes.”

Pero esta reflexión (y la analogía) es mi favorita:

“As most gardeners will testify, the desire to make a garden is often followed by a desire to write down your experiences there—in a notebook, or a setter to a friend who gardens, or if, like me, you make your living by words, in a book. Writing and gardening, these two ways of rendering the world in rows, have a great deal in common.”

domingo, 26 de julio de 2009

La huerta en Sexiago Ferrari M(H)otel

Entonces, mientras las arvejas azules azules florecen y crecen, y mientras José riega, y la quinua que sembramos por segunda vez retoña, y la coca no se pasma, y las lechugas transplantadas cogen enjundia, mientras Junior sueña con mi retorno, y yo sueño con no soñar ni en ires ni venires, mientras todo eso pasa, acá en Austin, Texas, alojados en Sexiago Ferrari M(H)otelLina, Alejandro, María, Jason, Santiago, Catalina, Ender y todos los vecinos que van y vienen van y vienen, whisky en mano, cigarrillo en la otra y beben y beben y vuelven a beber…


lunes, 20 de julio de 2009

“lo mío no es mío si es solo mío, liberar y disolverme yo en el vacío” CT

Hace unas semanas en pleno taller de yoga en la finca tuve una revelación: las cenizas de los abuelos tienen que estar enterradas acá. Porque si yo me muero, pensaba, que me entierren en el jardín. Y entonces, si eso me parecía tan obvio, ¿por qué changos estaban ellos en un osario de una iglesia que nadie visita ni para funerales? La idea ya tiene dos votos importantes: el de mi mamá y el de mi hermano. Convencido mi tío y mis primos, se haría un osario (idea de mi mamá) en la capilla. También sería una buena excusa para reunir a toda la familia, incluidas las dos nuevas adquisiciones, Mariana y Helena, comer juntos y ver el paisaje.

Así que esa es una parte del plan; la otra es hacer el compost, armar huerta urbana y finalmente montar el gallinerito; hecho eso, y acabado el contrato de la BNC, planear una temporada acá y luego, pues luego.

Hoy recogí otra vuelta de tomates, y ya las noticias no son tan optimistas. Las primeras dos rondas salieron sanas, rojitas aunque un poco insípidas. Esta tercera ronda, de unos 10 tomates pequeños, pinta mal. Uno pequeñito y rojo estaba lleno de gusanos como los de la guayaba y el otro, verde y compacto, tenía un residente apetitoso para Pumba y nadie más. Quizás me vanaglorié mucho con mi tomatada. Además, me faltó continuar con el tratamiento de ortiga y hacer la receta mejorada que recomendó Andrés U.

Otra vez tocó sembrar la quinua pues lo que se transplantó no pelechó. El surtidor de agua no estaba cubriendo todas las esquinas de la huerta, entre ellas la esquinua. Las tres matitas de coca que trasplanté a unas bolsas individuales se ven igualitas a la semana pasada. En dos semanas, a la vuelta, sabré más, y seguro me pierda el punto perfecto de las arvejas azules, que ya están en flor y contrastan sus pétalos morados y fucsia intensos con el verde fresco de las hojas de la leguminosa y con las flores blancas de las arvejas vecinas. Otras ya tienen vainitas llenas de arvejas jugosas y muy dulces. Recogeré unas poquitas y el resto para Blanca y José.

Ah, también toca transplantar las lechugas, variedad Yugoslavian Red Butterhead (cortesía de Juliana G), sacar las que están ahí, que nunca pelecharon, abonar un poco, previa operación, y echarles la bendición. Esta huerta tiene mas fe que técnica. Pronto cambiara la relación.

Planta procesadora de semillas





Gracias Lina y Mauricio por las granadillas.